Terapia Breve y Cursos

1
junio
2017
1 junio 2017

Elogio: una breve historia

Uno

La familia está en consulta esperando que el terapeuta vuelva a ingresar a la sala tras tomarse unos minutos para reunirse con el equipo que se encuentra detrás del espejo y otorgarle a la familia un feedback además de una tarea.

Un miembro de la familia, el más curioso, le hace una pregunta al terapeuta cuando este ingresa: “¿cuáles son los comentarios del equipo?”

La pregunta toma por sorpresa al terapeuta. Un miembro del equipo, para sacar al terapeuta de tremendo apuro, toma el teléfono y ofrece un comentario muy elogioso sobre los esfuerzos de esta familia. La respuesta de la familia es de una alegría jubilosa, contenta con lo que escucha. El terapeuta sigue con una conversación que siente, desde ese momento, cargada de optimismo y esperanza en el futuro. La sesión termina.

Dos

Todo esto sucedió al interior del Brief Family Therapy Center of Milwaukee, dirigido por Steve de Shazer e Insoo Kim Berg.

Steve, con esa curiosidad permanente, resume esta experiencia de la siguiente manera:

Lo cierto es que algo importante había sucedido, aunque en ese momento no lo advirtieran: se había quebrado la pared divisoria entre el grupo y la situación terapéutica, de modo similar a lo que ocurre en la física subatómica…”

 

Este hallazgo llamó muchísimo la atención de Steve no sólo en lo que había producido para esta familia:

El hecho de “romper el vidrio” que separaba la terapia del grupo situado detrás de la pantalla se convirtió pronto en un “nuevo encuadre terapéutico”; a la postre, dio lugar a un nuevo modelo, que a su vez exigió una nueva epistemlogía ecosistémica y una nueva teoría del cambio.”

 

Lo que conocemos como “pausa para la consulta” (el espacio en el cual creamos una devolución -feedback o recapitulación- para las personas y ocasionalmente una sugerencia) se convirtió en un proceso importante y surgió con esto el “elogio”, una formulación positiva sobre los recursos, habilidades, éxitos del pasado y fortalezas de esta familia, que era compartida  luego de haber sido elaborada con el equipo durante la pausa. Los elementos para Steve eran muy simples:

– El mensaje estaba destinado a fortalecer la posición del equipo como un coro del cual el terapeuta era el vocero al regresar a la sala de consulta.

– Todas las proposiciones se desarrollaban en términos positivos. Esto lo hacían con la intención de aminorar la presencia del equipo, ya que la familia presuntamente suponía que ellos estaban allí para hacerles pasar un mal rato con sus reproches y críticas.

Esto también dio inicio a un nuevo trabajo en el equipo: la participación activa de los profesionales detrás del espejo y su intención de hacer más claro el efecto que tenían como coro. Los roles fueron aclarándose y definidos de tal modo que el equipo empezó a involucrarse cada vez más en apreciar todos los recursos y las posibilidades de la familia. El terapeuta y el equipo se convertían así mismos como integrantes de una misma unidad: un equipo terapéutico. Steve lo definió mucho mejor: había surgido un punto de vista, un nuevo estilo de descripción -Steve prefería definir la labor que venía desarrollando como un proceso descriptivo de su trabajo y no como una teoría-. El equipo pasaba a diseñar lo más útil para el mensaje que brindaría el terapeuta a la familia -y que incluía precisamente elogios y sugerencias- y el terapeuta se encargaba de reunir la información para que el equipo hiciera su labor.

Posteriormente -queda claro en posteriores lecturas del trabajo de Steve de Shazer- trabajar con un equipo empezó a perder vigencia y si bien resultaba estimulante, no era necesario. El proceso se simplificaba: fiel a su estilo.

Comentarios

Jorge Ayala